
Cuando no hay nada que decir, lo mejor es no decir nada. No me hables del clima, ni del partido de ayer, ni de tu vieja, no me digas nada. A veces (no voy a poner siempre porque me zarparia en antisocial) el silencio es mucho más bello, descriptivo y calmante que un millón de palabras vacías e inocuas, nada nuevo bajo el sol.
(se me ocurrió mientras estaba en un taxi, Domingo a las 7 a.m. y el conductor venia escuchando un folklore bastante marketinero e insipido, solo pedia a Dios que me mate en ese momento, la luna estaba muy llena y bonita por cierto.)